miércoles, 27 de mayo de 2015

Decisión de querer

Amor no es una palabra que simplemente queda bien sacarla en tertulias, conversaciones, artículos,… sino que es un término que apunta a una actitud vital: huir del egoísmo, afán de servicio, darse, ser generoso. Debe haber una lucha interior, personal por parte de los padres, para que el amor se manifieste en todos los campos, en el espiritual, en relación a los demás, en el matrimonio y en los hijos. 
El amor no es simplemente una idea bonita o buena sino que requiere la acción de la voluntad, esto es, la decisión de querer. Y esta decisión supone una elección y, por tanto, un acto de ser libre. 



Así que amor y libertad coinciden cuando hay que tomar una decisión. Y para decidir hay que tener objetivos y, por consiguiente, deliberar acerca de los criterios de decisión. Llegamos a la conclusión que enseñar a decidir es algo intrínseco a la educación de la libertad. El aprendizaje que se deriva de esta enseñanza es el aumento de la capacidad de dar y de recibir, tener autodominio para servir mejor y desarrollar también la propia libertad con la consiguiente responsabilidad.


Un signo de amor y de libertad es servir diligentemente, con atención y alegría. Y los padres deben ser los que enseñan con su ejemplo, observándose a sí mismos, en su matrimonio y en su actitud de servicio. ¿Lo observamos así? En mi modesta opinión, diría que no mucho. Se da servicio, por supuesto, pero un servicio muchas veces de baja calidad en el que se mezcla afán de ser complacido, para dominar, salpicado de otros fines, económicos, políticos, etc. 

Los padres deben acostumbrase a enseñar a sus hijos a servir en multitud de detalles, yendo ellos por delante.

Josep Catañá Pons